martes, 19 de febrero de 2013

MARTIN HEIDEGGER Y LA REVOLUCIÓN CONSERVADORA.



El debate sobre el llamado “caso Heidegger”, que recientemente ha vuelto a estallar en Francia y más allá un poco por todas partes en Europa, ha demostrado, sobre todo, que la confrontación con el pensamiento de Heidegger constituye una imperiosa necesidad para cualquiera que, desprovisto de ilusiones, se pregunte por los problemas fundamentales de nuestro tiempo y sobre el destino de las gentes de Europa. Pero también queda demostrado que del pensamiento de Heidegger circulan, dominando impertérritas, interpretaciones -siempre fundadas en un aspecto particular, aislado del contexto general- que el propio Heidegger varias veces confutó y rechazó desdeñosamente: existencialismo, nihilismo, misticismo, pseudo-teología, “rechazo de la Técnica” y así sucesivamente. Preguntarse -cito el título de un debate televisivo francés- si “existe un vínculo entre el pensamiento de Ser y Tiempo (1927) y la adhesión de Heidegger al Partido Nacionalsocialista  en 1933”, es decir, preguntarse si existe un vínculo entre la analítica heideggeriana de la existencia histórica del hombre y la visión del mundo nacionalsocialista, es una interrogación que presupone un conocimiento genuino y no ya una interpretación abusiva y basada en pretextos del pensamiento de Heidegger, así como, por otro lado, exige una visión no reduccionista del nacionalsocialismo y de su Weltanschauung.
Lo que no deja de sorprender en todos los estudios dedicados al pensamiento de Heidegger es el hecho de que, siempre, la segunda sección conclusiva de Ser y Tiempo, texto fundamental, es totalmente ignorada, como “no leída”. La atención de los estudiosos  y de los intérpretes se fija en la crítica heideggeriana de la concepción “metafísica” del ser como presencia (Anwesenheit) y sobre el primer enfoque todavía puramente descriptivo de la fenomenalidad del Dasein, cuando -aunque sólo fuese para comprender verdaderamente esa crítica y comprender esa fenomenalidad- debería sobre todo, detenerse en la concepción que Heidegger expone de la temporalidad del Dasein, de la existencia historial del hombre.
La tan discutida y, por la mayoría, tan exaltada como mal comprendida “ruptura” con la “Metafísica” occidental brota, en efecto, precisamente de esta nueva concepción de la temporalidad. Esa concepción de la temporalidad es la que funda la visión heideggeriana de la historia  y, por tanto, en ella y a partir de ella hay que buscar eventualmente la naturaleza de la relación existente entre el pensamiento de Heidegger y la “visión del mundo” nacionalsocialista. Para evitar cualquier tipo de cómoda ambigüedad expresaré inmediatamente mi convicción: este parentesco existe, es muy íntimo y, en su articulación, explica la adhesión activa del autor de Ser y Tiempo al NSDAP y su fervorosa participación en las actividades del régimen en un plano no sólo universitario (1933-34). El abandono del rectorado y de toda actividad política a partir de la segunda mitad de 1934 coinciden con una evolución del pensamiento que progresivamente conduce a Heidegger, siempre formalmente miembro del NSDAP, a posiciones críticas con respecto al régimen: pero su crítica sigue siendo interna y no supone nunca, ni siquiera en la posguerra, la más mínima concesión a las ideologías democráticas ni la más mínima simpatía por los adversarios del Tercer Reich.
Ruptura con el espíritu de occidente
La “ruptura” de Heidegger con el pensamiento filosófico tradicional de Occidente, es decir -como él afirmaba- con la “Metafísica” occidental, ha sido recibida por la filosofía catedrática como un novum clamoroso, como un punto de inflexión histórico del pensamiento europeo. El propio Heidegger lo creyó y, se puede decir, lo proclamó orgullosamente. Pero, de hecho, su “ruptura” con la Metafísica, cuando es proclamada, no es más que el aspecto “moderno” de una ruptura con el “espíritu de Occidente” propia de toda una corriente de pensamiento surgida en la segunda mitad del siglo XIX, corriente que, con referencia a Nietzsche, podemos llamar “tendencia sobrehumanista”, en oposición a la bimilenaria tendencia igualitarista que, con su inherente nihilismo inconsciente, ha conformado y conforma el destino de Occidente. Preanunciada en una idea de las “dos almas” vivientes en el pecho de los Románticos, esta tendencia sobrehumanista, de hecho, encuentra en ruptura con el espíritu occidental, su primera manifestación histórica en la obra artística y en los escritos “metapolíticos” de Richard Wagner. Después de Wagner y, con algunos pretextos, contra Wagner, Nietzsche reivindica para sí el mérito de la “ruptura”, proclamándose “dinamita de la historia”, fundador del movimiento que tendrá que oponerse al bimilenario nihilismo del Occidente judeocristiano. Heredada ora de Wagner ora de Nietzsche, la ruptura afecta ya, a principios del siglo XX, a una parte amplísima de la cultura alemana, que Ernst Troeltsch pudo así oponer al “espíritu occidental”, y desemboca más tarde, después de la Primera Guerra Mundial, no sólo en Alemania sino en casi todas partes en Europa, en las varias corrientes literarias, artísticas, ideológicas y, finalmente, políticas de una “Revolución Conservadora” de la que -a pesar de todo lo que se quiera hacer creer- son parte integrante los varios movimientos fascistas.
Evidentemente lo que permite poner en común a Wagner, Nietzsche, Heidegger y los muchos autores y movimientos de la “Revolución Conservadora” (justificando el uso de este término genérico) no es ciertamente una filosofía, no es una ideología en sentido estricto, sino -por así decirlo, más allá de las “ideologías” o de las filosofías a veces tan diversas e incluso divergentes- un común sentimiento, una común intuición del hombre, de la historia y del mundo, que drásticamente se opone a la concepción que tradicionalmente funda y subyace a las filosofías, ideologías y estructuras políticas del llamado “Occidente”. La tendencia sobrehumanista, es decir, la ruptura con la dominante tradición occidental, se manifiesta siempre como una “revuelta contra el mundo moderno”, como condena de nuestro presente epocal y voluntad de oponerse a una situación objetiva interpretada como triunfo del “nihilismo” y ruinoso declive de Europa. De ahí la exigencia de una revolución radical, que, por otra parte, también es concebida como una renovación de los orígenes: rasgo políticamente esencial que permite distinguir del modo más neto lo que es Revolución Conservadora y Fascismo de lo que es sólo “reacción” o “conservadurismo” o “progresismo”.
Una renovación de los orígenes
La visión de la historia que desde Wagner y Nietzsche hasta la Revolución Conservadora determina  la “revuelta contra el mundo moderno” -tal y como ya he indicado- encuentra su fundamento en una nueva intuición del hombre, de la historia y del mundo. Esta intuición nueva es, en su raíz, intuición de la tridimensionalidad de la temporalidad del Dasein, de la “historicidad” humana. Armin Mohler en su fundamental estudio sobre la Revolución Conservadora en Alemania, ha demostrado exhaustivamente que, frente a la concepción unidimensional y “lineal” del tiempo, Nietzsche y los autores conservadores-revolucionarios oponen una concepción tridimensional del tiempo-de-la-historia. A decir verdad, hablar con respecto a Nietzsche y estos autores de una “concepción” de la tridimensionalidad del tiempo, es impropio: intuida, la tridimensionalidad del tiempo, al igual que todas las “ideas” que de ella derivan, es afirmada no ya conceptualmente sino recurriendo a un Letibild sugestivo y evocador, a una “imagen conductora”: la de la “esfera” temporal (que no ha de ser confundida, como casi siempre sucede, con el “círculo” o “anillo”, proyección de la esfera en el tiempo unidimensional de la “sensorialidad”). Este recurso a “imágenes” se imponía -como bien ha visto Mohler- porque el lenguaje recibido está, en su “racionalidad”, totalmente impregnado de la concepción unidimensional del tiempo y, por tanto, obedece a esta. Un aspecto peculiar de la grandeza de Heidegger está precisamente en su tentativa, emprendida con Ser y Tiempo, de desestructurar el lenguaje recibido y recrear un lenguaje nuevo con el fin, justamente, de conceptualizar la tridimensionalidad de la temporalidad histórico-existencial, así como las “ideas” que esta inmediatamente genera.
En la medida en que constató incomprendido, Heidegger acabó por juzgar como fallida su tentativa de Ser y Tiempo y se replegó más tarde en una Sage, en un “decir mito-poético” que, a mi juicio, ha sido todavía peor comprendido, provocando no pocos equívocos y errores. La novedad revolucionaria del lenguaje filosófico de Heidegger explica verdaderamente la incomprensión que todavía hoy rodea la argumentación conclusiva de Ser y Tiempo, en particular -aquí podríamos irónicamente anotar: como es lógico- el cuarto y quinto capítulo de la segunda sección, respectivamente dedicados a “Temporalidad y Cotidianidad” y a “Temporalidad e Historicidad”. Por otra parte, quien logre penetrar en el lenguaje de Ser y Tiempo y sepa hacer suya -desarrollándola eventualmente- la conceptualización de la temporalidad tridimensional, habrá encontrado también la clave que, mejor que ninguna otra, permite comprender los “discursos” de la Revolución Conservadora y los fenómenos políticos generados por esta, es decir, comprenderá su “racionalidad”, fundamentalmente distinta de la presentada por la “Metafísica”.
La temporalidad como “esfera”
Germánico Gallerani (en el último número de “La Contea”) ha creído poder contraponer Heidegger, “hombre que se dirige al pasado”, a una Konservative Revolution, “que se dirige al futuro”. Es cierto exactamente lo contrario: precisamente la actitud idéntica con respecto al pasado, el presente y el porvenir es el “síntoma” más llamativo de su parentesco espiritual. La Revolución Conservadora es revolución porque se “dirige al futuro” y, sin embargo, es “conservadora” porque se reconoce siempre en un lejano “pasado”. En cuanto a Heidegger, baste con recordar una definición suya del Dasein, del hombre como existente historial: “un ente, que en su ser es esencialmente zukünftig”, es decir, esencialmente existente en la dimensión temporal del porvenir. Y precisamente porque es zuküngtig -explica Heidegger- el Dasein “es co-originariamente gewesend”, existente en la dimensión de “lo devenido”, y “puede, por tanto, transmitirse a sí mismo una posibilidad heredada y entregarse a esta”. En el marco de la temporalidad tridimensional, de la “historicidad”, la reivindicación de un pasado y la de un proyecto de porvenir coinciden del modo más íntimo.
El proyecto de porvenir que el Dasein elige en el “pasado”, frente a otros, es una posibilidad de existencia historial: “el Dasein -añade explicativamente Heidegger- elige a sus héroes”, es decir, elige entre las posibilidades que le ofrece el “pasado” (Vergangenheit) lo que es “lo devenido” (Gewesenheit) para él. Los conservadores-revolucionarios y los fascismos pueden así proyectar todos ellos, revolucionariamente, un “hombre nuevo” y, sin embargo, reconocerse en una posibilidad pasada de existencia: en la más lejana “germanidad”, en la “romanidad” republicana o imperial, en una “catolicidad” confundida con el origen de la nación y de las antiguas instituciones imperiales y monárquicas.
Del mismo modo, sobre el terreno puramente filosófico, Wagner se reconoce en la ancestral “religión” indoeuropea (de la cual es “cristianismo originario”, “no judaizado”, sería, según él, una simple evolución), Nietzsche y Heidegger en el pensamiento pre-socrático y Evola, drásticamente, en una originaria “Tradición” postulada en una nebulosa pre-historia. La “revuelta contra el mundo moderno” y el cometido revolucionario están determinadas por la naturaleza misma del “retorno a una pasada posibilidad de existencia historial”, es decir, por la naturaleza de la “repetición (Wiederholung): porque -nos dice Heidegger- “la repetición no pretende hacer regresar lo que una vez ha sido, sino, más bien, ofrece una réplica contradictoria (erwidert) a su pasada posibilidad de existencia” y es así “simultáneamente, en cuanto actualidad, la revocación de todo lo que en cuanto pasado determina el Hoy”. “La repetición no se entrega al pasado ni apunta a un progreso, siendo el uno y el otro en la actualidad indiferentes a la existencia historial”.
Traduciendo estas concepciones sobre el terreno de la gran política, Martin Heidegger afirma en su Introducción a la Metafísica que el pueblo alemán, “pueblo del centro, atrapado en la más dura tenaza (entre América y Rusia) y pueblo, más que ningún otro, amenazado”, puede realizar su destino historial “solo allí donde sepa crear en sí mismo una resonancia, una posibilidad de resonancia para la misión que le ha sido asignada y comprenda creativamente su tradición”, es decir, “en cuanto historial, se sitúe a sí mismo, y con ello la historia de Occidente, a partir del centro de su devenir histórico, en el originario ámbito de los poderes del Ser”.
Una “comunidad de destino”
La actitud de Heidegger respecto al “pasado”, la “actualidad” y el “porvenir” no sólo es esencialmente idéntica -conforme- a la de la Revolución Conservadora y a la de los movimientos fascistas, sino que también confiere a la común visión-de-la historia un sólido fundamento conceptual. Lo que en el discurso conservador-revolucionario y fascista es todavía sólo Leitbild, “imagen conductora”, con Heidegger, llega a ser concepto. Si en este contexto es evidentemente imposible mostrar cómo, precisamente, la analítica heideggeriana de la existencia historial conceptualiza, fundándose en el principio de la temporalidad tridimensional del Dasein, todos los Leitbilder, todas la “imágenes conductoras” de la visión-del-mundo de la Revolución Conservadora y de los movimientos fascistas, sin embargo, me parece oportuno arrojar aquí luz sobre la traducción conceptual que Heidegger ofrece de una “imagen conductora” sumamente relevante: la de la “comunidad de destino”, reencontrada según las corrientes en el “pueblo”, o en la “nación” o en la “raza” (siendo esta, a su vez, entendida de forma bastante diversa).
Es la temporalidad tridimensional de la existencia -afirma Heidegger- la que “hace posible la historicidad auténtica, es decir, lo que llamamos destino historial”. Puesto que el Dasein, en cuanto ser-en-el-mundo, es también co-ser, ser-con-los-otros, el destino (Schicksal) de una Dasein es también Geschick, comprometido destino común, “cuya fuerza se libera gracias a la comunicación y a la lucha “. Sin embargo, el “destino” brota de una elección historial pro-cedente de la dimensión porvenir del Dasein: y en la comunicación y en la lucha reconocen un común  destino aquellos que han tomado una idéntica elección historial y permanecen resueltamente fieles a ella. Toda elección historial, sin embargo, implica siempre la “re-petición”, la “réplica a una pasada posibilidad de la existencia historial” y, conjuntamente, un “proyecto de porvenir”. La “comunidad de destino” se revela, por tanto, ella misma constituida por una elección historial (que es selectiva y que, por tanto, puede ser juzgada no-humanista desde un punto de vista igualitarista). Esto significa que nación, pueblo, raza en cuanto comunidades reconocidas de destino, siempre constituyen una réplica contradictoria (Erwiderung) de la pasada posibilidad de existencia sobre la que se sustenta la elección historial. Por otro lado, siempre tienen naturaleza “proyectual” y, en el presente objetivo, siguen siendo un “por hacer”, una “misión”.
La praxis política de los regímenes fascistas implica así una “disciplina selectiva” (Zucht, en alemán) precisamente destinada a conformar el “material humano” de la actualidad a la idea de nación, pueblo o raza que brota de la elección historial tomada. En este sentido los fascismos son “acción a la que es inmanente un pensamiento” siempre que por pensamiento se entiendan conjuntamente “re-petición” (en el sentido que Heidegger da a este término) y “proyecto”. En este contexto, es sumamente significativa y profunda la distinción que Heidegger introduce en Ser y Tiempo entre “Tradition” y “Ueberlieferung”, es decir -podríamos traducir- entre “tradición padecida” y “tradición elegida”. “La tradición -afirma Heidegger en Ser y Tiempo- priva de raíces la historicidad del Dasein”, esta “oculta e incluso hace olvidar su propio origen”. La “Ueberlieferung”, por el contrario, se funda “expresamente en el conocimiento del origen de la posibilidad de existencia historial” y consiste en la “elección” de una de estas posibilidades, elección que siempre proviene de la dimensión porvenir de nuestro Dasein. Sólo una concepción semejante logra conciliar la fidelidad a la tradición y el cometido revolucionario tendente a la creación del “hombre nuevo”.
El “rector de los rectores”
Mohler, en el ya citado ensayo sobre la Revolución Conservadora en Alemania, pone expresamente entre paréntesis el nacionalsocialismo. Sin embargo, indica que las corrientes de la Revolución Conservadora objeto de su estudio han de ser consideradas como “los trotskistas del nacionalsocialismo”. Implícitamente, sitúa así al nacionalsocialismo en el centro mismo de la Revolución Conservadora, así como, después de él, lo hecho Jean-Pierre Faye (que no hay que confundir con el neo-derechista Guillaume Faye), que ve en Hitler “el anfitrión mudo” que acoge en sí los discursos que le llegan de la derecha y de la izquierda de la Revolución Conservadora, tácitamente los sintetiza e, inmediatamente, los transforma en acción. Teniendo en cuenta eso y todo lo que ha sido expuesto anteriormente, me parece obvio afirmar -abordando así el aspecto más concreto del debate suscitado por el libro de Farías- que el Heidegger de Ser y Tiempo ha de ser situado en el centro del vasto campo de la Revolución Conservadora y, por tanto, en una posición bastante próxima a la del movimiento nacionalsocialista, aunque -huelga decirlo- la suya sea una posición filosóficamente más “alta”. Por tanto, el hecho de que, al contrario de muchos exponentes de la derecha y de la izquierda de la Revolución Conservadora, Heidegger no haya optado por un distanciamiento sectario y, al contrario, se haya adherido rápidamente al NSDAP y haya participado activamente luego durante casi dos años en las actividades no sólo políticas del régimen, todo esto no es ya fruto de un “error”, de una esperanza mal depositada, del “atractivo” padecido en el contexto de un conturbador momento histórico sino que es fruto de una coherencia con el propio pensamiento y con las ideas políticas inherentes a este pensamiento. Esto no significa que en 1933 todas las ideas políticas de Heidegger coincidan exactamente con las manifestadas por el discurso del nacionalsocialismo. No obstante, es evidente que, a ojos de Heidegger, las diferencias no afectan a lo esencial: y -vale la pena observarlo- tampoco el antisemitismo desde siempre inscrito en el programa del partido sirve de obstáculo para la adhesión.
La evolución sucesiva (a partir de la segunda mitad de 1934) de la actitud de Heidegger con respecto al régimen ciertamente se pone en marcha por contingencias humanas, pero encuentra su causa profunda en una evolución de pensamiento: la misma que indujo a Heidegger a abandonar el “camino” de Ser y Tiempo, cuya anunciada segunda parte, consecuentemente, no fue nunca escrita. El Heidegger de Ser y Tiempo había visto en el movimiento nacionalsocialista la traducción política del deseado fin de la Metafísica, es decir, una subversión de la tradición occidental y una superación del nihilismo.
Probablemente, él esperaba entonces que su pensamiento fuese reconocido por el régimen como “filosofía del movimiento”. Rechazado por otros universitarios nazis como Krieck, protegidos por Rosemberg, Heidegger tuvo que abandonar toda esperanza de imponer sus ideas en el campo educativo y de llegar a ser, como en cierto momento le había parecido posible, el “rector de los rectores” de las Universidades alemanas. En 1935, un año después de la dimisión del rectorado, en su curso de Introducción a la Metafísica, todavía reivindicaba para su propio pensamiento, contra las diversas “filosofías de los valores” como la de Krieck, la auténtica comprensión de la “íntima verdad y grandeza del movimiento” nacionalsocialista, hallada “en el encuentro entre la Técnica marcada por un destino planetario y el hombre de los tiempos nuevos”. En este mismo curso también se anunciaba, sin embargo, una crítica al régimen, que encontrará después su más completa, aunque “cifrada”, formulación en la carta Zur Seinsfrage (Sobre la cuestión del Ser) dirigida a Ernst Jünger en 1953. Es una crítica -dicho sea inmediatamente- que, a mi juicio, no sitúa a Heidegger fuera del vasto espacio de la Revolución Conservadora, sino -por lo menos en transparente intención del propio Heidegger- más allá de la actualidad en un “porvenir” que aparecerá finalmente cerrado a la voluntad humana y podrá, si acaso, sólo ser concedido por “un dios”.
Sólo un “dios” podrá salvarnos
La “posición” política asumida por el último Heidegger debe ser puesta en relación con su interpretación del pensamiento de Nietzsche, la cual implica también a la Revolución Conservadora (Jünger) y al movimiento nacionalsocialista. Del mismo modo en que el último Nietzsche, después de haber exaltado la obra de Wagner, había querido ver en esta no ya la promesa de una “regeneración” del mundo y de la historia, sin el “colmo de la decadencia” y un “fin”, Heidegger considera fracasada la tentativa nietzscheana de “dinamitar la historia” y “superar el nihilismo” occidental. Según Heidegger, Nietzsche tendría el mérito incontestable  de haber sido el primero en “descubrir” y denunciar el “nihilismo” de la cultura occidental pero no habría sabido identificar la causa de ese mismo nihilismo, situada erróneamente en la subversión platónico-cristiana de los “valores”, y no en el olvido del Ser. El pensamiento de Nietzsche no constituiría, por tanto, una superación (Verwindung) de la Metafísica, sino que invertiría la propia Metafísica, llevándola a su cumplimiento. Esta crítica -no hay que olvidarlo- tiene un revés apologético: en cuanto última, más completa forma del metafísico olvido del Ser, el pensamiento de Nietzsche constituye, a juicio de Heidegger, un “pasaje obligado”, una ineludible “necesidad” en el camino que podría conducir a la superación de la Metafísica y del nihilismo.
En la citada carta Zur Seinsfrage, Heidegger proyecta esta crítica de Nietzsche sobre el “Trabajador” jüngeriano, interpretado como la moderna configuración de la Voluntad-de-Poder inherente al proyecto de Nietzsche, y -no sin una secreta ironía respecto a Ernst Jünger- sobre el régimen nacionalsocialista en cuanto realización del proyecto inherente al “Trabajador” jüngeriano: pero esto significa también que, a ojos de Heidegger, la forma política nacionalsocialista, en cuanto traducción de la inversión nietzscheana de la Metafísica, supera históricamente la forma de las democracias liberales o socio-comunistas (en otros términos, para decirlo en el idioma izquierdista de un Lacoue-Labarthe (cfr. La Fiction du Politique: “el nazismo es para Heidegger un humanismo que reposa sobre una determinación de la humanitas más poderosa que aquella sobre la que reposa la democracia, pensamiento oficial del capitalismo, es decir, del nihilismo según el cual todo vale”).
Para los fines del debate abierto por el libro de Farías, poco importa aquí la convicción de unos u otros de que la interpretación de Heidegger constituya o no una falsificación del pensamiento y de la “posición” de Nietzsche. Para tales fines, es importante la explicación que esta ofrece de la actitud asumida por Heidegger en la posguerra y de su “silencio”, que tanto exaspera al pretendido “humanismo” imperante, precisamente porque sustancia un rechazo a condenar a quien, comparado con sus adversarios, parece incondenable.
DEFINICIONES. GIORGIO LOCCHI.
EDICIONES NUEVA REPÚBLICA

domingo, 10 de febrero de 2013

JACQUES BRUYAS, ¡PRESENTE!


Jacques Bruyas marchaba hacia la Estrella Polar durante el Solsticio de Verano (1). Un Solsticio que preparaba activamente dando, como hacía habitualmente, lo mejor de sí mismo. Hasta el punto de dejar la vida en ello (2). Como lo exige la ética de los guerreros.

Pues Jacques era un guerrero. Contrariamente a quienes satisfacen su buena conciencia al preparar la Revolución delante de la pantalla de su ordenador. Jacques tenía por hábito aplicarse a sí mismo cuanto exigía a los demás: El máximo de la entrega de sí mismo, al servicio de la Comunidad a la que pertenecemos. Como el oficial que salta el primero desde la trinchera. Y que es alcanzado por la primera bala.

Pero Jacques era también un despertador (de consciencias) y un vigía (de la consciencia). Pertenecía a esa Fraternidad de los Centinelas del Sol que es la mejor encarnación de quienes creen, contra toda lógica burguesa, que algún día Apolo regresará –y que entonces será para siempre–.

Jacques, desde hacía más de cincuenta años, estuvo en todas las lides de quienes se reconocerán bajo la denominación de esa “clase del 60” a la que Brasillach (3) apeló con toda su alma y que creció sobre una tierra regada con su sangre. Ardiente militante de la Fédération des Étudiants Nationalistes (4), durante aquellos años 1960 e. c. pesados de vivir pero en los que rechazamos dejar caer los brazos, Jacques fue seguidamente uno de los fundadores de la gran aventura que se llamó el G.R.È.C.E. (5) –fue en su ciudad de Nissa (6) donde se instaló el primer secretariado de la jovencísima asociación, mientras giraban las ronéos (7) para sacar los primeros textos de lo que iba a convertirse en la revista Nouvelle École... –.

Fuimos unos cuantos quienes comprendimos bien que nuestra Lucha debía tomar nuevos caminos, para estar presentes en una lucha de las ideas que no es si no el laboratorio indispensable en el que se fabrican las municiones destinadas a ir a buscar al enemigo sobre su propio terreno. Aquellos entre nosotros que eran estudiantes o recién salían de la universidad vivían en lo cotidiano la inmensa y mortífera influencia del marxismo en el mundo del pensamiento. Registramos bien entonces el que sigue siendo hoy nuestro mismo imperativo: Reflexionar para, seguidamente, actuar.

Espíritu brillante, curioso por todo, pero al mismo tiempo preocupado por estar pegado a las realidades, Jacques encarnaba felizmente a ese modelo de “intelectual orgánico” que avanzó un tal Gramsci, a quienes algunos leímos con pasión. Veo de nuevo todavía la cabeza de algunos cretinos reaccionarios que, cuando les hablábamos de Gramsci –que evidentemente desconocían por completo– se escandalizaban: «¡Pero es un marxista!». Pues sí, Ducon, era un marxista. Perteneciente a un género que, a decir verdad, resulta un poco particular. Y que nos enseñó que hay que saber ir a buscar en casa del enemigo los medios para vencerle.

Al hilo de los años y de los decenios, Jacques ha aportado una contribución decisiva a nuestra Lucha de resistencia y de reconquista. Siempre presto para coger al vuelo la idea nueva, el método de trabajo que pudiera reforzar a nuestro campo. Teniendo la misma edad, nos convertimos en veteranos. Pero un servidor apreciaba particularmente en él su disponibilidad, total, para ayudar lo mejor posible a los chavales y chavalas con medio siglo de menos que nosotros que se activaban –¿No es así, Magali?– en el marco de un Movimiento de Juventud caro a los corazones de quienes lo han llevado desde sus fuentes bautismales.

Jacques era uno de los pilares de nuestra Comunidad, esa Comunidad que algunos a veces han pretendido reducir a una mera escuela de pensamiento pero que es mucho más que eso. A riesgo de sorprender o incluso de chocar, afirmo que esa Comunidad tiene primero y ante todo una dimensión religiosa. Como todas las empresas que tienen vocación de jugar un rol en la Historia.

Es por ello por lo que somos unos cuantos en saber que Jacques marcha en Espíritu en nuestras filas. Y es suficiente que el Círculo se forme alrededor del Sol de Piedra, ante un gran roble o al borde de una fuente clara: Mientras que se eleva nuestro canto sagrado, las Oies Sauvages (8), Jacques está ahí, al lado de Jean~Claude, de Jean (9) y de tantos otros, entre nosotros, con nosotros. Y su eterna sonrisa un tanto burlona que alumbra todavía nuestra Memoria nos dice que todo está bien.

Pierre VIAL



Notas de los traductores

(0) Artículo publicado originalmente en el número 52, correspondiente al Solsticio de Verano de 2012 e. c., página de contraportada, de la revista etno-socialista Terre et Peuple Magazine.
(1) Jacques~Yves Bruyas, 15 de Junio de 1943 - 22 de Junio de 2012 e. c.
(2) Tanto es así que, por increíble que pueda parecer, tras haber talado y troceado un árbol para ser convertido en el eje comunicador simbólico del fuego ritual del Solsticio de Verano, en pleno corazón de esa naturaleza que tanto amaba, la muerte estrechaba con lazo fuerte a Jacques al ser aplastado por el mismo árbol, justamente, durante su traslado hacia un campo de alegría transformado en unos instantes en un lugar de duelo.
(3) La “clase del 60” que el fiel poeta catalán, francés y europeo Robert Brasillach cantara en su obra Lettre à un soldat de la classe 60; editada, junto a Les frères ennemis, clandestinamente [Dialogue tragique, Pavillon noir, París, sin fecha (Julio de 1946 e. c.)]. De la que existe una traducción anotada al castellano, Carta a un soldado de la quinta del 60, debida a Joaquim Bochaca i Oriol; editada, junto a Últimos escritos en prisión, en Poemas de Fresnes, por José~Manuel Infiesta i Monterde (Colección ‘El laberinto’, Ediciones de Nuevo Arte Thor, Barcelona, 1977 e. c.).
(4) Fédération des Étudiants Nationalistes o F.E.N., Federación de Estudiantes Nacionalistas.
(5) Groupement de Recherche et d’Études pour la Civilisation Européenne o G.R.È.C.E., Grupo de Investigación y de Estudios por la Civilización Europea. Recordemos también que, no en vano, el nombre de G.R.È.C.E. fue expresa y sabiamente adoptado por sus padres fundadores en aras a su clara alusión a la Grecia clásica, Grèce en francés, por sus evidentes connotaciones simbólicas, mitológicas e históricas, tan caras a todo europeo consciente de sus orígenes y que por ello mismo se precia como tal.
(6) En nizardo, variedad del occitano, Nissa; en castellano, Niza; en francés, Nice.
(7) De Ronéo, marca registrada de un tipo de hectógrafo o multicopista, de donde procede el vulgarismo “roneotipia”. Podría entenderse también como un ciclostil.
(8) Las Oies Sauvages, los Gansos Salvajes, versionada en castellano por Tierra y Pueblo:

Gansos salvajes al Norte van.

La Noche oye su grito.

Atento al Viaje. La Muerte está

acá y allá al acecho. (Bis).

Cae la Noche. Oscuridad.

Viaja, grisácea escuadra.

El Cielo brama y se oyen ya

rugidos de Batalla. (Bis).

Vuela, adelante, armada gris;

pon rumbo a mil y un mares.

Tú, volverás. Yo, no sé...

¿Cuál será mi Destino? (Bis).

Mas como Tú, con Lealtad,

marcho hacia la Guerra.

Murmúrame, si he de caer,

la Última Plegaria... (Bis).

(9) Jean~Claude Valla y Jean Mabire.

Traducción a cargo de Tierra y Pueblo.

UNA TIERRA, UN PUEBLO: EL DERECHO A LA IDENTIDAD DE LOS TUAREGS.


Conformemente a la que siempre ha sido su línea, el movimiento Terre et Peuple ~ Tierra y Pueblo afirma y defiende el derecho a la identidad del pueblo tuareg, que debe traducirse por el reconocimiento de un Estado de Azawad.
Reconocimiento que deben efectuar de hecho tanto el Estado maliense –pues, ¿Quién representa a quién en realidad hoy en día?–, Francia como la comunidad internacional. Sólo tal reconocimiento, que debe ir acompañado de la protección activa de la población tuareg, amenazada por las exacciones del Ejército maliense, puede permitir estabilizar la situación en el Sahel y marginar al máximo a los islamistas que intentan explotar en su provecho las legítimas reivindicaciones de los tuaregs.

Pierre VIAL


Nota:
Artículo publicado originalmente en la página electrónica de Terre et Peuple el Jueves, 31 de Enero de 2013 e. c.
Traducción a cargo de Tierra y Pueblo.

domingo, 3 de febrero de 2013

NUESTRO HONOR SE LLAMA FIDELIDAD

A continuación os presentamos la alocución que ofreció nuestro presidente Pierre Vial, que, acompañado por miembros de Tierra y Pueblo de España, participo en la reunión europeísta del movimiento Acción Europea.


Doy la bienvenida a la iniciativa que ha llevado a esta  reunión de hoy y creo que es un paso importante hacia el logro de ese frente de batalla  identitario europeo que todos deseamos.

Hablo en nombre de Terre et Peuple, para Francia, y en nombre de mis camaradas de Tierra y Pueblo, para España, y Terra e Povo para Portugal, que están en perfecta comunión de pensamiento con nosotros y me han pedido que os transmita su saludo.

Con mi viejo amigo Pierre Krebs ya hace tiempo que venimos trabajando para lograr un frente de batalla identitario europeo, De Lisboa y Madrid a Roma, Belgrado y Moscú. Nuestros esfuerzos están ahora recompensados. Para identificarnos, podemos fácilmente usar el término völkisch, que es otra manera de decir que estamos luchando por los europeos a redescubrir su destino a través de la pertenencia a una comunidad de personas. Comunidad de personas con una base biocultural, lo que significa que, para nosotros, la identidad implica pertenecer a una misma raza y cultura, que se encuentra en un territorio donde están sus raíces. El derecho a la identidad y a las raíces, obviamente, se aplica a todas las personas y es en este espíritu que estamos luchando contra la globalización.

Queremos ser claros acerca de nuestras creencias, por lo que decimos, sin duda o ambigüedad que somos racialistas. Ser racialistas se considera como un factor racial - pero no exclusivamente - en la historia de la humanidad. Por eso le damos tanta importancia a la etno-política que, junto con la geopolítica, es un factor de comprensión y explicación de las relaciones entre los pueblos en la historia, hoy como ayer y como mañana. Por poner un ejemplo, en las noticias, no podemos entender lo que está sucediendo en Mali si no sabemos que las comunidades raciales que habitan este país siempre se han opuesto por antagonismos con sangre, como demuestra en sus libros nuestro amigo y colega Bernard Lugan.

Hoy en día, si queremos despertar a los pueblos de esta Europa cosmopolita con su poder político, económico y cultural anestesiado, se debe hablar con claridad. Por supuesto, esto implica riesgos, pero somos luchadores y no hay combate sin riesgo.

Nuestra misión es despertar la conciencia de la raza blanca, que está amenazada de muerte por los invasores de otros continentes que odian a los blancos. Se desarmó moralmente, intelectual, psicológicamente por el condicionamiento mental infligido en ellos desde 1945 y quiere que nosotros admitamos que somos culpables y debemos expiar por ser lo que somos, es decir, por ser superiores. Son responsables de esta esclavitud las religiones monoteístas del Libro,  los hijos de Abraham que se definen como musulmanes, cristianos y judíos, así como las versiones laicistas del monoteísmo como son el marxismo y el capitalismo. Esta es la razón por la que estamos recuperando la fidelidad a nuestra alma más profunda, a la memoria de largo plazo, el legado de nuestros antepasados, por lo que los pueblos de identidad pagana de Europa se tienen que liberar y ponerse en pie.

Nuestra misión es clara: organizar la resistencia y la recuperación de la identidad, hay que despertar la conciencia de nuestros hermanos y hermanas de sangre. Nosotros somos, debemos ser,  los relojes. Con un lema de la que estamos orgullosos y que es nuestra brújula:

Nuestro honor se llama fidelidad.

Pierre Vial.  Ginebra, 20.01.2013.

Pagina web de Acción Europeahttp://www.europaeische-aktion.org/index_fr.html